21 sept 2014

i saw you girl dancing alone

(Coming true, by Agnes-Cecile)


Sunday, early morning. Two person in a bed. He is awake, she is pretending to be asleep.
   The phone suddenly rings. He rises and pick up the handset.

He
Hello?

   Silence.
   He puts his hand to the face. Nods and sobs slightly.

He
Okay. All right. Thanks.

   He hangs up the phone. Look at her, still in bed, still pretending to be asleep. He gets dressed slowly.

   Cut.

   Six hours later.

   El rumor del agua cayendo se oía desde el pasillo. Yo no hice ruido al entrar; nunca hacía ruido al entrar. Dejé las llaves en la mesa, caminé mientras me desanudaba la corbata, me quité la chaqueta y la dejé sobre una silla del comedor. 
   A pesar de haber llegado a casa, aún sentía mi cuerpo frío y, de cierta manera, ausente y entumido –por los hechos, por la calle, por la pérdida–, movido por una inercia provocada por los sitios de los que debía irme, y los sitios a los que debía llegar, por el movimiento propio e incesante de la vida, que entonces me parecía ajena al ritmo con el que yo me movía. 
   Sólo estaba encendida la luz del baño, y a medida que me iba acercando, entre el ruido de la ducha, oía su voz. Me sorprendió oírla cantar, del mismo modo en que lo hubiera hecho salir a la calle y que empezara a llover suavemente sobre mis hombros. Una lluvia fría y tierna, como de primavera.
   Me senté sobre la cama, en el ángulo perfecto desde el cuál veía su cuerpo a través de la cortina, proyectado sobre el espejo del baño. Continuaba cantando cuando cerró el grifo y el vaho rodeó toda la escena. Era una canción lenta, íntima y nostálgica. La cantaba con cierto tono de alegría, pero llegué a la conclusión de que sólo era el sentimiento prófugo de la felicidad instantánea, la sensación idéntica a una ráfaga de viento fresco que te eleva a la exaltación y luego te devuelve a donde estabas, con más o menos rasguños.
   Se colocó frente al espejo, aún desnuda, con las gotas de agua cayendo por todo su cuerpo. Me eché a un lado para ver su rostro en el reflejo, y aún tardé un instante en darme cuenta de que estaba llorando. Todo su cuerpo estaba llorando. Como una fina lluvia de primavera que la atravesara de arriba abajo, y por dentro.
   Se miró a sí misma a los ojos, pestañeó, y, de un momento a otro, comenzó a bailar. Nunca antes había visto a nadie bailar de ausencia, de abandono, de pérdida. Bailaba de dolor, de vacío. Estaba completamente desnuda y frenéticamente triste. Y yo, me quedé aterrado.

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