18 oct 2012

{Prefacio de vuelo I} Cuando vuelas, cuando vuelvas.

   Cuando vuelas, veo lo especial de este trayecto.
   Cuando vuelvas, hablaremos sobre el tacto de las nubes, sobre lo que es el sentimiento.
   Si eres un ave que emigra, pero no se deja llevar sobre el viento, hablaremos entonces de las plumas, las que alzas al vuelo.
   Y cuando en sueños pestañees, y se despeguen tus pies del suelo, el resto de pájaros, allí arriba alineados, te mirarán con envidia al ver cómo te elevas.
    La manera en que la lluvia se convierte en tu aliada, y en su impedimento. Si el viento no está a tu favor, no tienes problema para ponerte en su contra, ni en atravesar las tormentas como si se tratara del nacimiento de una flor. El crudo invierno suele ser primavera en las puntas de tus dedos.
   Cómo te rodea toda esa aureola de partículas del polvo y del sol, y de las nubes que atraviesas, y cuando llegas a las nebulosas que te entrañan allá adentro, porque en tu corazón, en lugar de venas y sangre, siempre encuentro estrellas, y ese espacio interminable.
   Ese, que me contagia sin quererlo, y sin posibilidad mínima de impedirlo. Si la hay, no la quiero. Lo bonito es que me arrastres en tu vuelo, me lleves en una postal, en tu bolsillo, o en las comisuras de los labios, en las yemas de los dedos, o en el filo de las pestañas.
Cuando vuelvas, ese es el momento, cuando vuelas.

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